2. Introducción


2.    Introducción

El cáncer es la primera causa de mortalidad en el varón y la segunda entre mujeres. En el año 2001 se produjeron 97.714 defunciones por esta causa siendo responsables del 27,1% del total de fallecimientos. Las principales localizaciones tumorales son el cáncer de pulmón entre varones y el de mama entre mujeres.

Por tanto, la prevención del cáncer es prioridad absoluta en salud pública por razones tanto económicas, sociales como humanas.

El papel de la dieta en la etiología del cáncer ha sido ampliamente estudiada desde el punto de vista de la investigación animal y epidemiológica. Se han publicado en los últimos años cientos de estudios epidemiológicos que han evaluado la relación entre dieta y cáncer. Cabe destacar, la publicación de se publicaron dos importantes informes de expertos que resumieron la evidencia de la relación de la dieta con el cáncer a finales de 1990.

Se han realizado diversas estimaciones para cuantificar el riesgo de cáncer atribuible a la alimentación. La primera y más conocida fue la llevada a cabo por Doll y Peto en el año 1981. Estos autores estimaron que el 35% de las muertes producidas por cáncer en EEUU eran debidas a la dieta. Una de las valoraciones más completas y actualizadas ha sido realizada por el panel de expertos mundiales anteriormente citados que sugieren que modificaciones beneficiosas en el consumo de alimentos y nutrientes, el consumo de alcohol, el peso corporal y la actividad física, se podrían prevenir entre el 29,3% y el 40,6% de los tumores malignos.

Por tanto, el estudio de la relación entre dieta y cáncer merece una atención prioritaria.

En el campo de la epidemiología nutricional la aproximación clásica para establecer el efecto de la dieta sobre la salud ha sido el análisis de los nutrientes, principalmente definidos desde un punto de vista bioquímico. El efecto aislado de cada macronutriente (por ejemplo: hidratos de carbono, proteínas o diferentes tipos de grasas) ha sido el objetivo de las mayoría de las publicaciones científicas durante los años 60, 70 o incluso 90. Durante la segunda mitad de los años 80 y principios de los 90 el interés se centró en el estudio de los micronutrientes, con especial énfasis en carotenoides, tocoferoles, vitamina C o selenio. Más recientemente, otros alimentos específicos (por ejemplo el ajo, el aceite de oliva o los tomates) han captado la atención de los epidemiólogos nutricionistas, porque los antioxidantes o las sustancias fitoquímicas como tales, confieran menores beneficios para la salud que el alimento completo o la mezcla de alimentos en los que los antioxidantes están presentes.

Aunque se han conseguido importantes avances con estudio que se basaban en un único nutriente o alimento, no podemos caer en el reduccionismo. Por ejemplo, dietas ricas en antioxidantes, tienden a serlo también en fibra o potasio, pero bajas en grasas saturadas. Las relaciones tan complejas que se establecen entre las exposiciones dietéticas, han llevado a los investigadores a crear nuevas aproximaciones que tienen en cuenta agrupaciones de alimentos, índices y puntuaciones. Por ejemplo se ha creado el índice glicémico, la carga glicémica o la capacidad total antioxidante.

De la misma manera, existe un interés creciente en el estudio de patrones dietéticos completos. Los nutrientes o alimentos pueden tener efectos antagónicos o sinérgicos cuando son consumidos en combinación.

Las asociaciones más importantes entre algunos componentes de la dieta y el cáncer, según la evidencia actual, se resumen en la   tabla 1.

A continuación se revisan las principales evidencias epidemiológicas en la asociación dieta y cáncer según diferentes grupos y factores alimentarios: