2.4 Predicción de la respuesta a los tratamientos oncológicos

2.4       Predicción de la respuesta a los tratamientos oncológicos

Cuando estudiamos la EMR, si además de detectarla la podemos cuantificar, teóricamente los oncólogos podrían tratar antes al paciente. Es importante sobretodo en los tumores susceptibles de estrategias de tratamiento adyuvante, ya que las decisiones de tratamiento se podrían basar en el “estacionamiento molecular” además de los parámetros convencionales (Nicole et al., 2001).

Como hemos dicho, la EMR es un factor pronóstico ya que puede predecir la recurrencia del cáncer. Por este motivo, si conocemos su presencia podremos realizar una intervención terapéutica más temprana (Murata-Collins et al., 2000). También nos puede ayudar a plantear nuevas estrategias terapéuticas, con la intención de prevenir la recaída clínica (Sievers et al., 2000). Aunque todavía no está claro si una monitorización seriada de EMR proveería de datos útiles para futuras intervenciones clínicas, diseñadas para minimizar la toxicidad de regímenes de tratamiento y/o prevenir una recaída clínica.

El grupo de cooperación europeo pediátrico, I-BFM-SG, ha comenzado un estudio prospectivo con niños con leucemia linfoblástica aguda, en el que utiliza los resultados de un ensayo semicuantitativo de detección de EMR para estratificar el tratamiento postremisión. Por otro lado, se han realizado estudios donde se determinaba la EMR para poder detectar precozmente una recaída, de ese modo se pudieron tomar decisiones terapéuticas oportunas, se pudieron identificar pacientes que requerían un nuevo tratamiento quirúrgico y aquellos que se beneficiarían de un tratamiento adyuvante (Jeannine et al., 2001). Otros investigadores están estudiando un grupo de pacientes con tumores hematopoyéticos a los que cuantifican la EMR al diagnóstico y fundamentalmente en el seguimiento posterapia o postransplante autólogo o alogénico, de este modo pueden estudiar la manera de optimizar

los tratamientos disponibles para poder lograr una disminución de las tasas de recaída. Un tratamiento precoz de la recaída a nivel molecular permitiría tratar a los pacientes individualmente, cuando la carga tumoral es mínima y quizás más controlable (Tomás et al., 2004).

Por ello es necesario realizar más estudios prospectivos, con métodos estandarizados de seguimiento que indiquen claramente cuándo se debe cambiar de actitud terapéutica y el beneficio real que dichas medidas aportarían (Jiménez et al., 2006). Actualmente se están realizando estudios en los que se estratifica a los pacientes en grupos de mayor o menor riesgo según sus niveles de EMR, para saber si aquellos pacientes con un riesgo menor podrían curarse con tratamientos menos intensivos, pudiendo así disminuir el riesgo de efectos secundarios a largo plazo en este grupo de pacientes (Campbell et al., 2003).

Al contrario que las metástasis, las células malignas diseminadas frecuentemente no proliferan y entran en la fase G0 del ciclo celular. Por esta razón, estas células no muestran dianas terapéuticas de inicio para la mayoría de los citostáticos usados en la oncología clínica. Esto podría explicar, al menos en parte, porqué las células tumorales diseminadas pueden sobrevivir a algunas dosis de quimioterapia y, por consiguiente, desarrollar metástasis. Sin embargo, estas células pueden ser alcanzadas fácilmente por el sistema inmunológico, es decir, se podría realizar un tratamiento adyuvante con anticuerpos. El primer tratamiento con anticuerpos monoclonales, con una eficacia clínica comprobada en monoterapia y junto a otros agentes quimioterapéuticos (como Trastuzumab), ha sido utilizado para tratar el cáncer de mama (Baselga et al., 2001). Las características de estas células, respecto a la estructura de las dianas terapéuticas, tienen una gran importancia para las indicaciones de nuevos protocolos de tratamiento inmunológico (Braun et al., 2001).