2.2 Detección de recaída de la enfermedad neoplásica

2.2       Detección de recaída de la enfermedad neoplásica.

Se han realizado varios estudios para analizar si existe una relación entre la persistencia de EMR y riesgo de recaída de la enfermedad. Si existe esta relación, el estudio

de EMR tendría una importancia transcendental en la detección y seguimiento de pacientes con mayor probabilidad de recidiva y como consecuencia un mal pronóstico a largo plazo.

Varios estudios han confirmado un mayor riesgo de recaída en pacientes con EMR. Coustan-Smith et al. ( 2000) observaron que los pacientes con leucemia aguda que mantenían una EMR $ 10-3, después del tratamiento de consolidación, tenían un riesgo de recaída de aproximadamente un 70%. Marskall et al. (2003) analizaron la importancia de su detección en niños con leucemia aguda linfoblástica, observando que el estudio de la EMR en los meses 1 y 24 tras el diagnóstico puede predecir la evolución clínica de estos pacientes. Shono et al. (2000) han demostrado en pacientes con neuroblastoma que la presencia de EMR, medida en médula ósea y sangre periférica, se correlaciona con una mayor probabilidad de recaída metastásica tras la extirpación quirúrgica del tumor primario. Recientemente se ha descrito que la presencia de células metastásicas ocultas en la médula ósea de pacientes con cáncer de mama en estadio I al III, utilizando las citoqueratinas como marcador para detectarlas, predice el índice de recidivas a distancia y muerte por cáncer de mama (Braun et al., 2001), resultando ser un factor desfavorable (Corradini et al., 2002).

El momento de desaparición y reaparición de la EMR es crucial para predecir quiénes están destinados a una posible recidiva y quiénes se mantendrán en remisión completa. En un estudio realizado por Kanik et al. (1996) se observó en pacientes con tumores de Ewing la presencia de EMR en sangre periférica entre 2 y 36 meses antes de una recaída clínica. También, Raff et al. (2007) detectaron una EMR previa a una recaída clínica, realizando un estudio prospectivo en el que monitorizaron la EMR en 105 adultos con leucemia linfoblástica aguda en remisión tras tratamiento con quimioterapia. De éstos, 22 pacientes recayeron después del primer año de terapia, de ellos en el 77% se detectó una EMR antes de una recaída clínica. El tiempo medio entre una EMR detectable y una manifestación clínica fue de 9,5 meses. De 77 pacientes con EMR no detectable sólo recayeron el 6%.

La EMR es un predictor real del riesgo de recidiva, permite a los médicos identificar a los pacientes con mayor riesgo de recurrencia y cuales tienen un riesgo bajo. Coustan-Smith et al. (2000) observaron que la tasa de recidiva en aquellos pacientes sin EMR era del 10%, en los pacientes con EMR < 0,1 era del 23%, la tasa de recaída era del 43% para aquellos con EMR comprendida entre 0,1 y < 1, y del 72% para los que tenían una EMR $1. Las evidencias científicas establecen que la cuantificación de la EMR es capaz de estratificar a los pacientes en función del riesgo de recaída y supervivencia global (Jiménez et al., 2006).

Hay que tener en cuenta que la presencia de células tumorales residuales no es en si misma una indicación de recidiva clínica inminente (Lowdell et al., 2002). Un resultado de

recaída molecular no predice siempre una subsiguiente recaída clínica. Las células tumorales residuales podrían ser incapaces de dividirse o proliferar o podrían ser capaces de dividirse pero no madurar (Chomel et al., 2000), o podrían ser células pretumorales, es decir, que necesitan mutaciones adicionales que las transformen en tumorales (Ford et al., 1998). Se han descrito casos donde la enfermedad ha permanecido “dormida” durante años, siendo posible que las células tumorales residuales hayan estado bajo el control del sistema inmunológico u otro mecanismo homeostático (Vora et al., 1998).